
-Saraaaaaaaaaaaaaa, baja a comer, no te lo repito más!!
- Un segundo, que estoy terminando esto!! - grité por enésima vez en un cuarto de hora - soy una incomprendida- dije a regañadientes por ese grito inesperado, mientras el ceño se me iba desfrunciendo y transformándose en una sonrisa pícara a la vez que seguía recortando corazones para aquella función teatral que teníamos planeada esa misma tarde con los de primero.
Terminé de recortarlo rápido para no escuchar más a mi madre decirme lo atolondrada que era, preparé todo en cinco minutos de reloj y ordené a mi manera todo lo que vi fuera de lugar aunque al girarme, cuando ya estaba en la puerta de mi habitación antes de irme a comer, vi algunos recortes de colores que brillaban con la luz que entraba por ventana pero me hice la sueca y bajé rápido las escaleras, entré en la cocina donde ya me esperaban con cara de pocos amigos, mi madre sin dirigirme palabra y mi hermano haciendo caso omiso de todo rebañando ya el plato de lentejas sin respirar siquiera, no fuera ser que se quedara sin ellas, siempre repetía y comía rápido con recelo de que le fuéramos a quitar el plato de la mesa. Me senté después de vaciar mis manos de todos aquellos papeles y puse cara de pocos amigos:
-No hay otra cosa?? Es que no me apetecen lentejas con este calor!! – la mirada de mi madre desafiante respondió de inmediato a lo que había preguntado y a las posibles preguntas que se me ocurrieran hacer, así que opté por echarme unas pocas y comer a regañadientes.
Al acabar aquel “suculento manjar” que hice saber que no era de mi agrado, ayudé a mi madre a recoger y me preparé rápidamente para salir hacia el colegio donde estaba haciendo las prácticas, por el camino solo iba pensando en todo lo que me esperaba a partir de ahora, todo lo que iba cambiar mi vida ese verano que comenzaba a florecer, que quería comenzar ya pero que aún no llevaba su nombre escrito, entre tantas dilaciones el trayecto se me hizo corto y llegué casi a la hora, me encontré a la entrada a algunos padres con sus pequeños ya preparados con sus vestidos correspondientes, había. margaritas, abejas, animalitos y hasta un sol al cual le picaba mucho el maquillaje según le estaba dando a entender a su madre que no dejaba de apartarle la mano para que no se rascara.
Entré como pude buscando a Susana, ella era la profesora que dirigía toda la obra y con la que llevaba medio curso en prácticas con los alumnos de primero, me encantaba este trabajo porque los niños a esta edad aún sienten motivación por aprender y para mí era muy gratificante ver sus caras de ganas en cada cosa nueva que les comentábamos; la vi al fondo del vestuario vistiendo a su hijo Raúl que iba de abeja y que no quería llevar aquellas mallas que decía que eran de chicas y que se iban reír de él, Susana solo lo miró y el agachó la cabeza sumisamente.
-Hola Susana, traigo lo que me habías pedido – dije una vez estuve cerca de ambos, ella se giró un poco sobresaltada, se incorporó lentamente debido a un problema de espalda reciente, miró para la bolsa y la abrió sin mediar palabra
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